jueves, octubre 07, 2010

No dan puntada sin hilo

Trabajo esclavo en talleres clandestinos
Por Remolinovencedor

La ropa luce perfecta en la vidriera. Las marcas son un llamado de gratificación para los egos ostentosos. La moda es una reina con cortesanos. Pero tanto en un shopping como en un puesto en la calle, la mercadería oculta la mano que la hizo. Y sin darnos cuenta, en muchas ocasiones, al comprar una prenda de vestir conformamos el eslabón de una cadena de producción y consumo que esconde una de las miserias más despreciables que trajo consigo el capitalismo global: el trabajo esclavo en talleres clandestinos para la confección de indumentaria.

En Argentina hay 200.000 personas a las que se las explota laboralmente bajo condiciones de esclavitud. Son víctimas de la trata de personas y sufren varias vejaciones: se las recluta con engaños, se las mantiene cautivas bajo amenazas, viven hacinados, trabajan en el mismo lugar sin la mínima seguridad laboral y se ven reducidas a la servidumbre. La sociedad y los diferentes gobiernos siguen mirando para otro lado pero, en 2006, un incendio en un taller clandestino ubicado en Luís Viale 1269, en Caballito, acabó con la vida de 6 personas (4 eran menores) y puso esta injusticia a la vista de todos.

Sólo en Capital Federal y el gran Buenos Aires existen más de 4000 talleres clandestinos de confección de ropa. La gran mayoría de las personas empleadas son inmigrantes de países vecinos que son traídos por engaño a trabajar en condiciones infrahumanas. En su gran mayoría bolivianos, se los acerca a un taller con la promesa de un buen empleo, con una buena paga o con la socarronería de aprender el oficio para después poner su propio taller. Les pagan el pasaje para que vengan a este “paraíso prometido” y contraen la obligación de devolver ese dinero con su trabajo. (Igual a la modalidad que se utiliza con mujeres y niños utilizados para la explotación sexual). Este delito se enmarca en lo que la ley denomina tráfico de personas. Así empieza la cadena.

Los trabajadores se trasladan con sus hijos, pero al llegar todo cambia. La realidad es que trabajan más de 14 horas diarias, que la comida escasea y es de mala calidad y que duermen en un cuarto contiguo al taller mientras el otro turno de trabajadores mantiene las maquinas funcionando. A esta rotación se la conoce con el nombre de "cama caliente”. Mientras un turno trabaja, el otro duerme. La ley también tiene un nombre para esto: reducción a la servidumbre. La cadena no para.

La mayoría de los trabajadores no pueden salir de los talleres porque están amenazados por los explotadores. Como son ingresados al país sin documentos, se los extorsiona con denunciarlos en la oficina de inmigraciones. Se los chantajea diciéndoles que deben devolver el dinero de los pasajes o directamente se los reduce con violencia física: hay denuncias de maltrato y violaciones. En el caso de las muertes en el taller de Viale, las personas estaban encerradas, las puertas con llave y no se les abrió para que escapen. Incluso, en otros talleres se han encontrado cámaras de vigilancia. Las víctimas se ven obligadas a correr esta suerte por las necesidades que padecen, por tener el anhelo de trabajar y ganarse un dinero.

Las responsabilidades más graves recaen sobre las primeras marcas nacionales y las grandes empresas de indumentaria internacionales. Entre las marcas internacionales que ya están denunciadas se encuentran: Adidas, Puma, Nike, Le Coq Sportif, Fila, etc. Las nacionales que hacen punta a la hora de explotar son: Kosiuko, Montagne, Lacar, PortSaid, Awada, Akiabara, Normandie, Mimo, Topper, Gabucci, Yagmour, Ona Saez, Duffour, 47 Street, Cheeky, y la lista puede seguir.
Estas firmas tercerizan su producción de ropa a través de talleristas, estos subcontratan a quienes montan los talleres clandestinos y explotan a los trabajadores A estas firmas, para “reducir costos y obtener mayores porcentajes de ganancia”, no les importa esclavizar a las personas. Reducen tanto sus costos que a quienes emplean sólo le dan lo mínimo que necesitan para subsistir y mantener su capacidad productiva. Por ejemplo: de una prenda que en vidriera cuesta $200, el trabajador del taller después de trabajar 14 horas, comer arroz, dormir al lado de la máquina de coser; recibe $1.80. Así se alimenta la cadena.

De esta manera, se implementa en el país una modalidad de trabajo esclavista que existe en todo el mundo. Y ante la globalización de las marcas esclavistas se intenta dar una lucha global contra el trabajo esclavo y la trata de personas.



Se les soltó la cadena

Olga es una ex trabajadora de un taller clandestino al que llegó desde Bolivia con su hijo: “No quiero que esto siga pasando. Nos tenían sin poder salir. Yo no podía atender a mi hijo como debería hacerlo una madre. Me decían que yo no había venido para atender a mi hijo. ¡Viniste a trabajar! ¡Así no vas a ganar nada! Querían que lo bañe con agua fría para que no llorara. La pasamos muy mal”.Olga hoy es miembro de La Alameda ( http://laalameda.wordpress.com/ ).

 La Alameda funciona como una Cooperativa de trabajo y es una iniciativa de la Asamblea 20 de Diciembre. Es una organización que se dedica a denunciar talleres clandestinos y ayuda a los trabajadores otorgándoles la posibilidad de mantener sus puestos de trabajo en la cooperativa textil que montaron con las maquinas confiscadas en los allanamientos realizados.

Gustavo Vera es el titular de La Alameda: “Este es un problema de derechos humanos que debemos abordar los trabajadores desde el punto de vista de la humanidad y desde la clase obrera”. “Nosotros continuamos la lucha de los mártires de Chicago”.

Gabriela es otra ex trabajadora esclavizada y actual miembro de la Asamblea: “Queremos que los consumidores tomen conciencia y que la lucha contra el trabajo esclavo se globalice”.

Gustavo Vera: “Esa unidad internacional es la que nos va a permitir avanzar. Porque si marcas como Nike, Adidas, Puma, nos explotan en el sudeste asiático, nos explotan en centro América, nos explotan en Sudamérica; seriamos bastante tontos los costureros si no nos uniéramos contra esa misma marca que nos está explotando, para que empiece a cumplir las condiciones laborales que corresponden”.

Bajo esta idea internacionalista que se intenta dar a la lucha contra este mal que se expandió allí por donde el capitalismo logró hacer sus peores daños, nació la unión de La Alameda con la Cooperativa Solidaridad de Tailandia, otra organización que busca terminar con la esclavización en el mercado laboral textil en ese país. De esa unión surgió la marca de ropa No Chains.

Gustavo Vera: “En marzo del 2009 estuvimos en Bangkok en un congreso de organizaciones sindicales democráticas y derechos humanos. Nos contactamos con la cooperativa Solidaridad de Tailandia. Ahí empezamos a pergeñar el sueño de hacer una marca que sea libre de trabajo esclavo. Y que más que una marca sea el símbolo de la lucha contra la esclavitud global y que se una a otras luchas. Hay varios compañeros, trabajadores de grandes marcas que se han sumado. No chains es un grito integral y global contra el trabajo esclavo y la trata de personas”.


Semanas atrás cobraron relevancia mediática los allanamientos realizados en 8 talleres clandestinos de Villa Celina. Lamentablemente la prensa se interesó más por los incidentes y los enfrentamientos que por lo que verdaderamente era importante: en uno de esos talleres se rescataron a 14 personas, inmigrantes indocumentados, que trabajaban y vivían bajo condiciones infrahumanas en un sótano, hundidos en la pobreza y con explotación infantil.
Sin sonrojarse, la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria considera que el 50% de los 165 mil trabajadores que emplea la cadena textil trabaja en condiciones de "esclavitud". Generalmente, omite decir que esta suposición la hace sobre un estimado de trabajadores en negro. Según La Alameda el 85% de los trabajadores textiles está en negro. A pesar de que este es un negocio que mueve más de 700 millones de dólares al año.

Mientras tanto, la mayoría de la sociedad mira para otro lado. Y muchos, ante la evidencia de que son los más desprotegidos quienes sufren los maltratos indignantes de este sistema de producción perverso, se obstinan con escarbar dentro de su fachito mas interno y se explayan en disertaciones del tipo: “deben volverse a su país”, “no pagan impuestos”, “traen las miserias”, “son vagos” y una sartenada de elucubraciones por el estilo. Para el Estado, claro, hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda, todos ellos bien documentados. Aún más abajo están los indocumentados que no votan. Además, alguien tiene que cobrar las coimas para que estos talleres pasen las observaciones municipales o directamente para que nadie los moleste. Por eso, este problema deja ver parte de lo que construimos como sociedad: la reprobación, la solidaridad, la inclusión y la lucha por un lado y el racismo, la discriminación, la xenofobia, la marginalidad, por otro.

Entre las posibles soluciones y más allá de las luchas que pueden hermanarse como las de La Alameda y Solidaridad de Tailandia, el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ceprodh) denuncia el proyecto de reforma de la Ley de Trabajo a Domicilio (la 12.713 de 1941) que promueve la impunidad de los grandes empresarios esclavistas y la precarización del trabajo, y propone su derogación para promulgar una nueva ley. Además, exige la cárcel a los responsables del trabajo esclavo y propone la agilización de la documentación gratuita para todos los trabajadores inmigrantes, un plan de vivienda pública para los inmigrantes, salario mínimo acorde a la canasta familiar, obra social y jubilación. Igualmente, condena toda tercerización y toda modalidad de flexibilización laboral. Esto podría ser la primera palanca para poner freno a la cadena.