jueves, octubre 07, 2010

Flores rojas sobre la tumba de Daniel Bensaïd

Por Yo el supremo

Propondría entonces, a modo de ejercicio, cinco teoremas de la resistencia a las ideas en boga cuya forma subraya deliberadamente el necesario trabajo por la negativa.

1. El imperialismo no se disuelve en la mundialización mercantil.
2. El comunismo no se disuelve en la caída del stalinismo.
3. La lucha de clases no se disuelve en a las identidades comunitarias.
4. La diferencia conflictiva no se disuelve en la diversidad ambivalente.
5. La política no se disuelve en la ética ni en la estética.
Frente a postulados indemostrables que requieren la aprobación del interlocutor, o de axiomas que apelan a la fuerza de la evidencia, los teoremas son proposiciones demostrables. Los escolios subrayan ciertas consecuencias de las mismas.

Teoremas de la Resistencia a los tiempos que corren


Desde hace algunos años, luego de un período muy triste de rupturas que precipitaron en la izquierda revolucionaria argentina una nueva diáspora, -continuación de aquella exorbitante que empezó con el estallido del MAS en 1992-, me puse a investigar sobre el fenómeno de la construcción de una nueva subjetividad revolucionaria, apelando a un método “dogmáticamente abierto”[1], problematizándome la teoría de la ideología en Marx y en todos nuestros clásicos. Fue obviamente en ese afán que surgió el encuentro con la obra de Daniel Bensaïd[2], llamándome soberanamente la atención el hecho de que, mientras más discrepaba con muchos de sus postulados político-organizativos más me fascinaban sus búsquedas a contrapelo en el archium de nuestra tradición, sus juegos de analogía e hibridación (¡un trosko ludens por antonomasia!), su ética y estética de intelectual que es en un mismo modo orgánico y herético a la vez. Y es que, como lo asevera magníficamente su camarada y amigo Michael Löwy en su sentida necrológica, “entre todas las contribuciones de Daniel Bensaïd para la renovación del marxismo, la más importante fue (…) su ruptura radical con el cientificismo, el positivismo y el determinismo que impregnó profundamente al marxismo ortodoxo” (Löwy 2010: 143)
Lo primero que leí de Bensaïd fue el que muchos consideran su libro cumbre, Marx intempestivo. Un libro que para mí tiene la prepotencia suave que tienen todos los libros mayores. En él, con un tono coloquial y seguro, nos presenta ese marxismo rebelde, juvenil, irreverente, atacando y desmontando tres interpretaciones muy extendidas de Marx: 1) La de un Marx supuestamente preso de una filosofía de la Historia teleológica, según la cual todo conduciría de una u otra manera al Comunismo; 2) La de un Marx supuestamente preso de una concepción simplista de las clases sociales y de la explotación; 3) La de un Marx supuestamente preso del positivismo científico, las ilusiones en el progreso y el productivismo.
Me impactó, ratifico, su estilo deliberativo, la proliferación de citas conque el autor dejaba “hablar” a Marx para que nosotros podamos “escuchar” lo que en su época (y a lo largo del siglo XX) fue “un trueno inaudible”. Operatoria con la cual se cuelan las pretensiones del propio Bensaïd, desde ya, que colige que “no es sensata la esperanza de volver a un Marx "puro", (debido a) las mil y una lecturas e interpretaciones que alentó, inspiró o posibilitó, (a las) prácticas políticas referenciadas para bien y para mal con su obra”. Como si su crítica no adquiriese alcances y connotaciones nuevas con la extensión del fetichismo de la mercancía y la dictadura del capital a todos los rincones del planeta, asevera él, alentando un poco, en la exageración, la fogata del relativismo postmoderno. Y más que nada porque lo que Marx legó fue sobre todo un lenguaje, una propuesta, un proyecto y un combate en desarrollo. Ergo: una vía estratégica. Una empresa crítica basada en la hipótesis de la caducidad del capitalismo y la posibilidad de la revolución: hipótesis estratégica que es necesaria para un conocer que es indisociable de transformar. Conocimiento que requiere, a su vez, sumersiones y emersiones permanentes en la tradición. Dice Bensaïd en los “Teoremas…”:

En el transcurso de la última década (desde la desintegración de la Unión Soviética y la unificación alemana), algo se terminó. Pero ¿qué? ¿El "siglo corto" del que hablan los historiadores, iniciado con la Primera Guerra Mundial y terminado con la caída del Muro de Berlín? ¿El corto período que siguió a la Segunda Guerra Mundial, marcado por la bipolaridad de la Guerra Fría e ilustrado, en los centros imperialistas, por la acumulación y la regulación fordista? ¿O también un gran ciclo dentro de la historia del capitalismo y del movimiento obrero, abierto con el desarrollo capitalista de los años 1880, la expansión colonial, y el surgimiento del movimiento obrero moderno simbolizado por la formación de la IIª Internacional?
Los grandes enunciados estratégicos de los que aún somos hacedores datan en gran parte de este período de formación, anterior a la Primera Guerra Mundial: se trata del análisis del imperialismo (Hilferding, Bauer, Rosa Luxemburgo, Lenin, Parvus, Trotsky, Bujarin), de la cuestión nacional (Rosa Luxemburgo de nuevo, Lenin, Bauer, Ber Borokov, Pannekoek, Strasser), de las relaciones partidos-sindicatos y del parlamentarismo (Rosa Luxemburgo, Sorel, Jaurés, Nieuwenhuis, Lenin), de la estrategia y los caminos del poder (Bernstein, Kautsky, Rosa Luxemburgo, Lenin, Trotsky). Estas controversias son tan constitutivas de nuestra historia como las de la dinámica conflictiva entre revolución y contrarrevolución inaugurada por la Guerra Mundial y la Revolución Rusa. (Bensaïd 2001, http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/index.php?x=307 )

Entonces ¿Qué es este collage de citas como nuevo método de exposición? Nada más ni nada menos que intertextualidad literaria… ¡la que fluye por diagonales y paralelas evocando e invocando! El autor avisa desde el comienzo que eligió leer a Marx con la ayuda de otros dos agudos lectores como lo fueron Antonio Gramsci y Walter Benjamin. Su estilo de análisis, de resultas, es muy narrativo y en esto gana la atención del lector. Sus comentarios son debidamente acompañados de un colchón de citas que trabajan de resguardo. Con ello, sus aseveraciones más riesgosas no hacen intemperie jamás. Y a veces, mas que iluminadoras son, debemos decirlo, sobremanera efectistas. Lo cual hace que su empuje sea novedoso pero también oportunista.
No es que juzgue que bajo el pretexto de “superar” la herencia stalinista, niega de hecho el marxismo y a la estrategia de la revolución socialista, como piensan algunos trotskistas dogmáticos. Lo que creo es que en la misma elección de esos guías “heréticos”, Bensaïd descarta otros, que por sus contrastes hubieran sido tan o más interesantes y fructíferos. Su rechazo por los topói clásicos del marxismo, como la contradicción entre fuerzas y relaciones de producción, son caprichosos. Mi lectura de Antonio Labriola, contemporánea a la de su libro, me llevó con el mismo impulso a recrear y revalorizar los postulados “básicos” del marxismo sin dejarme por ello “fascinar” por los trucos literarios y los “toques de efecto” del ultraizquierdismo pequeño burgués. Efectos que por otra parte, hubieran podido ser más contundentes puestos al trasluz contrapuntístico de un pensamiento como el de este otro gran intelectual italiano. Dice éste, en su libro Del materialismo histórico que la filosofía de la praxis es el meollo del materialismo histórico porque es “la filosofía inmanente a las cosas de que se filosofa”, teoría solidaria con el trabajo que las transforma, “trabajo que es un conocer obrando”, idea vinculada a una cosa mas allá del idealismo clásico y el materialismo. Habría que ver cuanto de lo mejor de Gramsci hay en este antecesor suyo sin aprovechamiento y cuanto de gramscianismo berreta abunda en los críticos marxistas “académicos” de la actualidad.

Como corolario para su obra, desde la perspectiva ramplona de un lector no avezado puedo decir que aún considerando que ella desovilla problemas decisivos de la dialéctica de manera idealista, sirve de impulso y bandera para quienes necesitamos desterrar el determinismo economicista del materialismo dialéctico, la filosofía de la praxis. Con Daniel Bensaïd se ha ido, no sólo un marxista heterodoxo, sino un gran artista y un delicado intelectual camorrista de nuestra clase. Un poeta en prosa de tono irreverente que gustaba derribar los muros del discurso cientificista y elaborar textos científicos enhebrando metáforas preciosistas como las que pronuncia en “Teoremas de la resistencia a los tiempos que corren”, donde teoremas, corolarios y escolios sirven para erigir una “verdad” (en el sentido leninista) en donde convergen las fuerzas armadas conjuntas de la poesía y la ciencia política.

Muchas veces, aunque veteranos en la lucha contra “esa tradición de generaciones muertas que oprimen como pesadilla la cabeza de los vivos”, hemos sido consuelo de esa carroña, su preciado festín, cediendo a los impulsos de dogmática autocensura. Por eso es tan necesaria la obra de los que mixturan los caminos cerrados y ensalzan los íconos de la memoria revolucionaria, sea cuales sean sus tradiciones. Desde Marx y Engels, pasando por Trotsky y Lenin hasta Martí, Mariátegui, el che Guevara, Gunder Frank o Nahuel Moreno, pero también desde Babel, Meyerhold y Brecht, hasta Barrett, Graciliano Ramos, el Pepe Revueltas y Perlongher, desde, digamos, los muralistas mejicanos (sin Siqueiros) o los antropófagos brasileros hasta Guayasamín, Livio Abramo, León Ferrari y tantos otros. Que el marxismo, en modo alguno, nos impela renunciar a lo mágico, a ese estado trascendente de la vida del que hace referencia José María Arguedas en su grito agónico Yo no soy un aculturado. ¡Flores rojas arrojamos sobre su tumba, compañero Bensaïd! Y con el puño izquierdo en alto apretamos un sueño anhelante que también fue el suyo.



Notas:
[1] Así define este pensador su método en su artículo “Teoremas de la resistencia a los tiempos que corren”, Viento Sur, http://www.vientosur.info/
[2] Intelectual y  militante político francés nacido en Toulouse en 1946 y muerto recientemente (enero de 2010) en París. Cursó estudios en la Escuela Normal Superior; fue profesor de filosofía en la Universidad de París VIII - Saint Denis y director de la revista ContreTemps. Expulsado del Partido Comunista de Francia en 1966, tuvo como dirigente de las Juventudes Comunistas Revolucionarias destacada participación en las luchas de Mayo del 68. Miembro de la dirección de la Liga Comunista Revolucionaria de Francia desde su fundación y de la dirección de la Cuarta Internacional desde 1969. Además de Marx Intempestivo, publicó diversos estudios sobre Marx y los marxismos que no han sido traducidos al castellano, entre los que cabe mencionar: Le sourire du Spectre (1999), Marx et les huiéroglyphes de la modernité (2000), Le Nouvel Internationalisme (2003), Un monde à changer (2003), Les Irréductibles: théorèmes de la résistance à l'air du temps (2000), así como también un breve trabajo sobre Les trotskysmes (2002). Y en un registro más filosófico Le Pari mélancolique (1997), Qui est le juge (1999) y Résistances (2001).

Bibliografía:


Bensaïd, Daniel: Marx Intempestivo. Grandezas y miserias de una aventura crítica. Ediciones Herramienta, Buenos Aires, 2003.
------------------- “Teoremas de la resistencia a los tiempos que corren”, en Viento Sur, http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/index.php?x=307
Labriola, Antonio: Del materialismo histórico. Editorial Intermundo, Buenos Aires, s / f.
Lowy, Michael: “Daniel Bensaïd, comunista herético”, Viento Sur, http://www.vientosur.info/ o en Herramienta. Revista de debate y critica marxista, nº 43, Buenos Aires, Marzo de 2010. Traducción de Andrés Lund Medina
------------------ Walter Benjamin. Aviso de incendio. Una lectura de las tesis “Sobre el concepto de historia”. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2002. Traducción de Horacio Pons.
----------------- y Daniel Bensaïd: “August Blanqui, communiste hérétique”, en ESSF, http:// www.europe-solidaire.org/spip.php?article1269