viernes, diciembre 19, 2008

II º ANIVERSARIO ZORDO

Epílogo
II º Aniversario
Post-resurrección

Son 9 números y no sé cabalísticamente cómo estamos, si los planetas nos favorecen o no, en definitiva este Post Resurrección está dedicado a Carlos Patiño; a los amigos de la EMBA, EMPA y del CBC Merlo; a todos los trabajadores de la Cooperativa Artes Gráficas Chilavert y del Casino Flotante; al eco metalero de Eduardo Aliverti; a los ex combatientes de Malvinas de Quilmes; a
nuestros padres, madres, amantes, concubinos, amigos y amigas de ruta; a los vecinos que ocupan, resisten, resisten y resisten en el Barrio 24 de Febrero de La Matanza; a Virginia, Manuel Castro Frediani, Adriana Baio (estos últimos tres por poner la lente donde se lo pedíamos); a Faka, Federico Fullone, Bea y al eterno y omnipresente Roquentin (por dibujarnos las notas-¡sic!); a Laura Estrin porque “el que insiste consiste”; a Federico Damiano, Esteban Leyes, Anabella Domínguez, Wenceslao Maldonado, María Auxiliadora Álvarez, Beatriz Arias y Gustavo; a Irene Hartmann, Javi y Las trillizas del Once: Mariela, Paula y Laura, por traerle cal al molde barrero; a los compañeros docentes de AGRETA (Merlo), AGD-UBA y ADEMYS; a Cristian Salgueiro (de Amaicha…); a Marcela Romero y a todas las militantes de ATTA; al Norte argentino por librarnos de Libertad Lamerca durante unos cuantos días (Gracias!...por Lamerca, justamente); al Bachín Teatro, a Mark Ryden y Michel Collon (quién no se afanó un libro de Edipo?); a la grandiosa Celia Hart, por ponerle el hombro, las tetas, el culo, la cara y todo su ser en la estadía por La Habana, porque presentes están tus palabras como los puños de un obrero en cualquier parte del mundo, combatiendo...y a los amigos de la vuelta de la esquina, “los mismos de siempre” como decía el Chizzo, ¿no?: a Jonatan, por cambiarse el nombre a "Sr Paciencia" y crear gráficamente esta revista, a Martín y Leo de la imprenta, por hacernos más fácil esta demencia llamada El Zordo, a los que ya no están...en el grupo, digo, pero siguen dándonos vueltas con su aguante: Xime y Matute, para uds…a los que no volvieron (aún): a Mandela (en Irak, y para siempre, creo), a Natalia por (pequeño detalle) pensar, pensar y pensar y mandar un mail diciendo “¡lo encontré!: El Zordo”, a Leo, por mostrarnos qué había en el subterráneos de noche, a Laly, por la iniciativa permanente, a Juan, por las terribles Bitácoras Urgentes (que se extrañan, ¡puto!), a Ana Clara, por focaultearnos de a ratos, a los que ya no recuerdo por ser bruto, pero que estuvieron acompañando los sábados de El Urbano, La Leyenda, el Espresso y tantos lugares más que albergaron la milonga…hablando de Milonga, a El Umbral y a Like a Lion; a La Tolva, Freak Out y Cienbarrios…a los que pusieron su moneda también, a Carlos y a la Videoteca Quilmes (QEPD)…a Mario y punto. A Mario por diciembre de 2006, por esas palabras maestras en Santiago del Estero y Rivadavia. Por hacerme entender que la militancia no se abría y cerraba en las cuatro paredes de nuestro “Partido”, de nuestra agrupación, de nuestro leninismo de cada día, porque supimos no “fundirmos” como actualmente se cataloga en la jerga militante de izquierda a los que nos fuimos “por otro sendero”…por rehabilitar las ganas de movilizarnos, de salir a la calle y acompañar la lucha y no el observatorio…por tocar, morder, arañar, patalear, por ponerle Cuerpo a esta Idea, por explicarme que hay que hacer la pared primero y después la casa, por confiar en nosotros y luego partir a Rosario sin saber... sin saber, así es, lo que se venía. Se venía un porvenir Zordo, con la lucecita de emergencia permanente, y con una orientación, un propósito, una identidad: el Zordo tiene una identidad, la construye en su andar junto y gracias a la lucha irreversible de los trabajadores…Por un rincón de libertad, de creación, de resistencia. Estas palabras fueron las que más utilice y no casualmente fueron éstas y no por casualidad es El Zordo: combate, resistencia, lucha.
Diciembre de 2008, II º aniversario de El Zordo, cayéndonos y levantándonos con la patria al hombro, muriendo y resurreccionando permanentemente, dialécticamente, daremos batalla.
Gracias loco, Toto Perro.






martes, diciembre 16, 2008

Recordando a Soledad Barrett

Recordando a Soledad Barrett
El 8 de enero de 1973 moría asesinada en Recife (Brasil) Soledad Barrett Viedma. Tenía 28 años, había nacido en Paraguay y era nieta del escritor hispanoparaguayo Rafael Barrett. Su brutal asesinato a manos de la policía política brasileña causó una profunda impresión entre las personas que la conocieron. Mario Benedetti escribió en su memoria el poema “Muerte de Soledad Barrett”. Daniel Viglietti compuso la canción “Soledad”.




Cuando en 1977 llegué por primera vez a Asunción, Soledad Barrett permanecía viva en la retina de muchos. Su trágica muerte, ocurrida cuatro años antes, aún despertaba el horror y las lágrimas de quienes la habían conocido. Todos la recordaban como una joven adorable, extraordinariamente bella y dotada de un especial encanto personal:

con tu pinta muchacha
pudiste ser modelo
actriz
miss paraguay
carátula
almanaque


Poseía, además, esa particular gracia para el canto y la danza que brota como una armonía natural en muchas mujeres paraguayas. Quienes la escuchaban, quedaban inevitablemente deslumbrados por la magia suave de su sonrisa y de su voz

con sólo colocárteles en frente
sólo mirarlos
sólo sonreír
sólo cantar cielitos cara al cielo


Pero si notable era su belleza física y su atractivo externo, no era menor la integridad de su personalidad y de su carácter: bondadosa, solidaria, sensible a todos los dolores ajenos e indiferente a los propios, rebelde frente a las injusticias, decidida, valiente. Soledad poseía una sólida conciencia moral que le impedía permanecer indiferente ante el despotismo y la empujaba a colocarse al lado de los oprimidos.

Se diría que los ardientes e incisivos escritos de su abuelo, la denuncia dolorida de la explotación que Rafael Barrett había plasmado, por ejemplo, en El dolor paraguayo, se habían hecho carne viva en la persona de la nieta.

pero el abuelo Rafael el viejo anarco
te tironeaba fuertemente la sangre
y vos sentías callada esos tirones


¿Quién podría sospechar que la vida injusta y cruel (o mejor dicho, la cruel condición de los seres humanos) iba a deparar a esta joven extraordinaria uno de los destinos más terribles que la mente humana pueda imaginar?

Paraguay, Uruguay, Cuba y Brasil

Había nacido el 6 de enero de 1945 en Paraguay. Y quienes gusten de cábalas o concedan algún valor al ciego azar de las fechas del calendario anoten la curiosidad de que su abuelo Rafael había nacido un día después, el 7 de enero; y un día más tarde, el 8 de enero, fue la fecha fatídica de su propia muerte.

Soledad se exilió en Uruguay con sus padres y vivió en Montevideo buena parte de su juventud. Allí protagonizó en julio de 1962 un incidente que tuvo amplia repercusión en la opinión pública uruguaya: un grupo neonazi la raptó en su condición de destacada dirigente estudiantil y, con amenazas de muerte, quisieron obligarla a gritar sus consignas. Como Soledad se resistió, le grabaron con una navaja cruces gamadas en la carne.

hace diez años tu adolescencia fue noticia
te tajearon los muslos porque no quisiste
gritar viva Hitler ni abajo Fidel


Era el comienzo de la violencia que en Uruguay llevaría a la instauración del régimen militar. Y Soledad tuvo que abandonar también ese país. Vivió varios años en Cuba y allí conoció al brasileño José María Ferreira de Araujo; se casaron y tuvieron una hija. Él volvió a Brasil en 1970 para integrarse a los grupos que en aquellos años aspiraban a realizar la revolución socialista inspirados en el ejemplo cubano. Un año después, Soledad le siguió. Al poco tiempo de llegar a Brasil supo que José María había sido apresado y muerto. Soledad encontró en esa muerte un motivo más para seguir en la lucha contra las dictaduras que por aquellos años dominaban los países latinoamericanos.

Entra en escena el “Cabo Anselmo”

Se llamaba Anselmo dos Santos y había tenido una actuación muy relevante en la política brasileña de los años 60. Fue uno de los líderes del llamado “movimiento de los marineros” que en 1963 se atrevió a desafiar la rígida estructura militar de la Marina reclamando condiciones dignas y el elemental respeto a la dignidad humana de los soldados. Bien es verdad que la situación política era favorable: el gobierno progresista de João Gulart no veía con malos ojos esas reivindicaciones.

El 30 de marzo de 1964, cuando sólo tenía 24 años, el Cabo Anselmo tuvo su gran día de gloria. Como portavoz de los marineros que estaban amotinados, Anselmo compartió la tribuna nada menos que con el propio presidente de la República, João Gulart, en un momento trascendental para la historia de Brasil, una de las ocasiones que todos los libros de historia recogen. Fue en el local del Automóvil Club de Río de Janeiro, en un acto público que se recuerda como el último discurso de Gulart. A las pocas horas, al amanecer del día siguiente, se produjo el golpe de Estado que iniciaba 21 años de dictadura militar en Brasil.

Como el personaje destacado que era, Anselmo fue expulsado del ejército en uno de los primeros decretos que firmó el nuevo gobierno militar y empezó a ser buscado intensamente. Consiguió asilarse en la embajada de México, pero luego renunció al asilo y abandonó la embajada para integrarse en los grupos que se mantenían en la clandestinidad. Poco después fue preso y permaneció detenido durante varios meses hasta que consiguió escapar de la prisión y salir de Brasil.

Tras una corta estancia en Montevideo, viajó a Cuba donde permaneció desde finales de 1965 hasta el 15 de septiembre de 1970, fecha en que regresó a Brasil con identidad falsa para unirse a la lucha clandestina que en esos momentos se estaba organizando contra la dictadura.

En la vida de Soledad se cruza el Cabo Anselmo Anselmo era amigo y camarada del compañero de Soledad, José María Ferreira, que también había sido marinero y había participado en las revueltas de Río de Janeiro. Es seguro, por tanto, que Soledad y Anselmo coincidieron en Cuba, e incluso tal vez ya antes en Uruguay.

Cuando José María regresa de Cuba a Brasil entre junio y julio de 1970 junto con Edson Neves Cuaresma, uno de sus cometidos consistía en preparar el terreno a Anselmo y a otros que iban regresando desde el exilio. Pero coincidiendo casi con la vuelta de Anselmo (septiembre de 1970) José María es capturado y muerto.

Soledad, por su parte, como ya hemos dicho, viaja a Brasil un poco después, en los primeros meses de 1971. Y sólo en Brasil sabe de la muerte de José María. Con el paso del tiempo, las vidas de Soledad y del viejo camarada y amigo de José María se van acercando; y Anselmo acaba convirtiéndose en el nuevo compañero de Soledad.

Pero lo terrible de la historia, es que el Cabo Anselmo... era en realidad un infiltrado, un agente al servicio de la policía.

La otra vida de Anselmo

¿Cómo y en qué momento pudo convertirse en un delator aquel joven líder que había llegado a ser todo un mito de la izquierda y que a los 24 años había alcanzado mayor protagonismo político que ningún otro líder revolucionario a esa edad?

Algunos, como Edgar Morel o Jarbas Marques, que le conocieron en los años 60, dicen que en aquellos momentos ya sospecharon que podía ser un agente provocador encargado de radicalizar el movimiento de los marinos para fomentar enfrentamientos que justificaran el golpe militar. Y alegan como apoyo de esa versión la extraña historia de su renuncia al asilo en la embajada de México y su posterior huida de la cárcel. Otros creen (y esto parece ser lo más probable) que cambió de bando cuando fue preso en São Paulo el 30 de mayo de 1971, unos ocho meses después de haber regresado de Cuba. La tortura y las amenazas de muerte habrían conseguido que Anselmo se prestara a colaborar con la policía política.

En cualquier caso, no hay ninguna duda (y él mismo lo ha confesado) de que a partir de 1971 Anselmo colabora como confidente con los más sanguinarios grupos de la represión. Y lo hace con una eficacia terrible, ¿se imaginan tener como infiltrado al más emblemático joven líder revolucionario, al propio Che Guevara, por ejemplo? Pues algo así vino a significar en Brasil el Cabo Anselmo; nadie hubiera podido nunca desconfiar del prestigioso líder de los marineros. La razón se resiste a aceptar que alguien pueda llegar a tal grado de inhumanidad y de vileza como para denunciar sistemáticamente durante casi dos años a decenas (tal vez centenares) de compañeros, lo que significaba entregarles a la tortura y la muerte. Pero Anselmo llegó aún más lejos y completó su miserable traición entregando a los seis miembros del grupo del que él mismo formaba parte como infiltrado.

Entre ellos se encontraba su propia compañera, Soledad, que además estaba embarazada. Los seis fueron apresados, torturados y muertos.

La “masacre de la Chácara de São Bento”

La versión oficial fue la de un “enfrentamiento a tiros” ocurrido el 8 de enero de 1973 en un lugar próximo a Recife conocido como la Chácara de São Bento. En el tiroteo entre la policía y un grupo de siete subversivos, seis de ellos habrían sido muertos y uno habría conseguido escapar.

El que supuestamente habría escapado sería Anselmo y mediante esa estratagema, la policía esperaba poder seguir utilizando sus servicios. No sirvió de mucho, pues la traición quedó al descubierto y Anselmo se vio obligado a desfigurar su rostro para no ser reconocido y a vivir oculto desde entonces.

Sólo a partir de la ley 9.140 del año 1995, pudo crearse en Brasil una “Comisión Especial de Reconocimiento de los Muertos y Desaparecidos Políticos”. En 1996 la Comisión se ocupó de aquel asunto y enseguida confirmó lo que siempre se había sospechado: que la versión oficial era totalmente falsa.

Se constató que uno de los seis integrantes del grupo (José Manoel da Silva) fue apresado la noche del día antes, 7 de enero, en una gasolinera. Otro de ellos (Jarbas Pereira Marques) fue detenido en la librería en la que trabajaba. Otros dos (Eudaldo Gomes da Silva y Evaldo Luiz Ferreira) en sus domicilios. Y los otros dos (Pauline Reichstul y Soledad Barrett) fueron detenidos en la boutique donde trabajaban. Una de las testigos presenciales, Sonja María Cavalcanti, testificó ante la Comisión que “Soledad y Pauline estaban en la boutique cuando cinco hombres, diciéndose policías, invadieron el local, golpearon salvajemente a Pauline mientras Soledad, que estaba embarazada, sólo se preguntaba insistentemente ¿por qué?”... “después las dos fueron llevadas en dos autos”. Cuando le fueron mostradas fotos, la testigo identificó al Cabo Anselmo como uno de aquellos cinco hombres.

No hay palabras que puedan reflejar lo que pasaría en aquellos momentos por la cabeza de Soledad. Tan sólo la sequedad tremenda de ese repetitivo “¿por qué?” nos indica algo de su desconcierto ante la brutal densidad del drama. Ni la más terrible tragedia griega ha llegado a dibujar una situación semejante: descubrir de golpe que se ha incubado el huevo de la serpiente y que su pareja y padre de su futuro hijo se ha transfigurado en el verdugo que empujará a la muerte a sus compañeros, a ella misma y a su propio hijo antes de nacer.

mi vida entera no alcanza para creer
que puedan cerrar lo limpio de tu mirada;
no existe tormenta ni nube de sangre que
puedan borrar tu clara señal


Las declaraciones presentadas ante la Comisión son estremecedoras. Para no abundar en el horror, nos quedamos con una parte del testimonio de la abogada Mércia Alburquerque que logró entrar al depósito de cadáveres del cementerio de Santo Amaro y que describe así la escena que contempló: “Pauline estaba desnuda, tenía una perforación en el hombro y parecía haber sido muy torturada. Jarbas tenía perforaciones en la cabeza y en el pecho y marcas de cuerdas en el cuello. Soledad, también desnuda, tenía a su alrededor mucha sangre y a sus pies un feto”.

Así, con esa imagen sangrienta de la crueldad, pusieron injusto fin a la vida de aquella mujer extraordinaria que fue Soledad Barrett. Su corta existencia fue un canto de rebeldía y su final una triste historia de lucha, amor, traición y muerte en tiempos oscuros de dictadura. Una triste historia que no debería ser olvidada.

Soledad no viviste en soledad por eso tu vida no se borra simplemente se colma de señales Soledad no moriste en soledad por eso tu muerte no se llora simplemente la izamos en el aire.

SOLEDAD
(Canción. Letra y música de Daniel Viglieti)

La duda lleva mi mano hasta la guitarra,
mi vida entera no alcanza para creer
que puedan cerrar lo limpio de tu mirada;
no existe tormenta ni nube de sangre que puedan borrar
tu clara señal.

La soledad de mi mano se da con otras
buscando dejar lo suyo por los demás,
que a mano herida que suelta sus armamentos
hay que enamorarla con la mía o todas que los van a alzar,
que los van a alzar.

Una cosa aprendí junto a Soledad:
que el llanto hay que empuñarlo, darlo a cantar.
Caliente enero, Recife, silencio ciego,
las cuerdas hasta olvidaron el guaraní,
el que siempre pronunciabas en tus caminos
de muchacha andante, sembrando justicia donde no la hay,
donde no la hay.

Otra cosa aprendí con Soledad:
que la patria no es un solo lugar.
Cual el libertario abuelo del Paraguay
creciendo buscó su senda, y el Uruguay
no olvida la marca dulce de su pisada
cuando busca el norte, el norte Brasil, para combatir,
para combatir.

Una tercera cosa nos enseñó:
lo que no logre uno ya lo harán dos.
En algún sitio del viento o de la verdad
está con su sueño entero la Soledad.

No quiere palabras largas ni aniversarios;
su día es el día en que todos digan,
armas en la mano: “8patria, rojaijú”.

FRANCISCO CORRAL